Nadie se dio cuenta de mi brusco cambio de ánimo pero ver que tu pueblo (TODO tu pueblo) se asocia con terrorismo es duro… muy duro. Me encanta donde he nacido (de Bilbao pues) y me encantan nuestras tradiciones y el sentir de la grandísima, inmensa mayoría de la gente de aquí, pero los forofísmos extremos me están haciendo pensar si es aquí donde quiero formar una familia: ¿Quiero que mi hijo sienta la vergüenza que pasé yo en aquel autobús? ¿Quiero que viva la exacerbada imposición de actuar, hablar y vivir de una determinada manera para poder tener las mismas posibilidades para encontrar trabajo o acceder a una vivienda?
Como anécdota diré que mi profesora de euskera, allá en la EGB, me recomendó estudiar para ser profesor de euskera ya que veía que se me daba muy bien y que realmente me gustaba. Con el paso de los años y experiencias muy desagradables (asesinatos, atentados, discriminación por idioma…) mi interés por el euskera desapareció y ahora tendré que volver a estudiarlo POR OBLIGACIÓN.
Cada atentado de ETA, como el de ayer, diluye y enfría mi sentimiento por este grandísimo y desconocido pueblo que está marcado por una serie de estereotipos y cicatrices políticas que son muy difíciles de hacer desaparecer… desgraciadamente. Me da envidia sana cuando veo, por ejemplo, a los asturianos como idolatran su tierra sin hacer de eso política alguna ni discriminación hacia el que viene de fuera.
Por cierto… ni en Bilbao, ni en todo el País Vasco, llevamos pistola ni chaleco antibalas… ¡Lo digo porque cuando salgo por ahí fuera, no es la primera vez que me lo preguntan!