Cuando la obsolescencia programada no es tan mala.


Tras ver bastantes críticas muy positivas sobre un documental de RTVE sobre la obsolescencia programada, me decidí a verlo. Y, desde luego, no me decepcionó en absoluto. De hecho, llevaba un tiempo pensando en si debía cambiar de coche, y el documental me dio la respuesta: “No seas idiota: No necesitas un coche nuevo”. Para los que no lo hayáis visto, os lo recomiendo encarecidamente. Se puede ver online, es ameno y muy interesante. Trata sobre un concepto muy sencillo: Para vender más, hay que hacer que las cosas duren menos para que sea necesaria la compra de un recambio.

El problema es que este concepto se aplica a los bienes de consumo pero no se aplica a los gobernantes. El fin de semana asistimos a un esperpento que, seguramente por lejano, habrá dejado indiferente a muchos pero que, analizado con cierto mimo, resulta una de esas historias que demasiado a menudo nos regala el ser humano, llena de giros inesperados y actuaciones egoístas.

Me refiero al caso de Túnez: Un país ahogado durante años por una tiranía familiar corrupta, plácidamente acomodada en un poder absoluto que constreñía implacable libertades personales básicas. Y de repente, un ciudadano normal que sufre otro atropello más por parte de las autoridades gubernamentales, y ya no aguanta más. No solloza, no grita… Se quema a lo bonzo. Y no solo prende la llama que acaba con su vida, prende la llama de la cólera, de la indignación, del dolor. Y la llama hace explotar por los aires el país entero que estalla en un clamor ensordecedor que llega a oídos de la comunidad internacional. La respuesta es la de siempre: NINGUNA. Pero Túnez resiste, empuja, grita aun más fuerte. El yugo que oprimía las libertades se afloja, la libertad de prensa asoma la patita por debajo de la puerta y, entonces, cuando ningún analista internacional lo espera, llega el circo.

En una oda al egoísmo exacerbado, el causante de todo esto, se va…. Pero se va de rositas. Zine El Abidine Ben Ali se borra y pone rumbo a un país europeo, de estos que somos muy liberales y abogamos por los derechos sociales y toda esa mierda. Sin condena internacional por abandonar a todo un país al primer síntoma de peligro para su inmensísima fortuna. Sin críticas, como si no hubiera pasado nada… Mis ojos no pueden abrirse más y, la verdad es que me sigo sorprendiendo de que me sorprendan estas cosas. La “comunidad internacional” es una patraña en la que sólo se habla un idioma: La pasta.

Es una pena que la madre de este personaje no viera el documental de RTVE y programara la obsolescencia de su hijo para muchísimo antes… A todo un país le hubiera ido muchísimo mejor.

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